Unos párrafos muy interesantes, provenientes del gran escritor brasileño, Paulo Coelho.
¡Lástima que Alá, Jehová, Dios -no importa el nombre que le den- no hubiera vivido en el mundo de hoy!, porque si así hubiera sido, todos estaríamos aún en el Paraíso Terrenal, porque Él estaría aún respondiendo recursos, apelaciones, sumarios, suplicatorias, amparos, iniciativas, y tendría que explicar en innumerables audiencias su decisión de expulsar a Adán y Eva del jardín del Edén... por haber sólo transgredido una ley arbitraria, sin ningún fundamento jurídico: no comer del fruto del Bien y del Mal.
Si no quería que hubiera ocurrido eso, ¿por qué plantó tal árbol en medio del jardín y no allende las paredes del Paraíso? Si hubiera sido llamada para defender a la pareja, Mari (una abogada) seguramente habría acusado a Dios de "omisión administrativa" , porque además de colocar el árbol donde no debía, no le puso carteles de prevención ,barreras, dejando de adoptar los mínimos requisitos de seguridad y exponiendo a todos los que pasaran al peligro.
Mario también podría haberlo acusado de "inducción al delito": llamó la atención de Adán y Eva para el lugar exacto donde se encontraba. Si nada hubiera dicho, habrían pasado generaciones y más generaciones por esta Tierra sin que nadie se hubiera interesado por el fruto prohibido , ya que estaría en un bosque lleno de arboles iguales y, por tanto, sin ningún valor específico.
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Cuando fue violada la ley, Dios simuló incluso una persecución, como si no conociera todos los escondrijos posibles. Con los ángeles mirando y divirtiéndose con la chanza (la vida para ellos tenía que ser muy aburrida desde que Lucifer dejara el Cielo), Él comenzó a caminar. . .
-Dónde estás?- pregunta Dios?
- Oí tus pasos por el jardín, tuve miedo y me escondí, porque estoy desnudo- repuso Adán, sin saber que, con esa afirmación, se declaraba reo confeso de un crimen.
Rápido, mediante un simple subterfugio, consistente en fingir que no sabía donde se encontraba Adán ni el motivo de su fuga, Dios conseguía lo que deseaba. Mas aún así, para no dejar ninguna duda a todo el corro de ángeles que asistía atentamente al episodio, resolvió continuar.
-¿Cómo sabes que estás desnudo?- lo interroga Dios, sabiendo que esta pregunta sólo tendría una respuesta posible: "porque comí del árbol que me permite entender esto."
Con aquella pregunta , Dios mostró a los ángeles que era justo y estaba condenando a la pareja con base en todas las pruebas existentes. De ahora en adelante, no importaba ya saber si la culpa era de la mujer ni que pidieran perdón. Dios necesitaba un ejemplo, para que ningún otro ser, terrestre o celeste, tuviera de nuevo el atrevimiento de ir en contra de Sus decisiones.
Dios expulsó a la pareja y los hijos de ésta terminaron pagando también por el crimen (como ocurre hasta hoy con los hijos de los delincuentes) y el sistema judicial quedó inventado: ley, transgresión de la ley (lógica o absurda, no tenía importancia), juicio (donde el más hábil vencía al ingenio) y castigo.
Como toda la humanidad había sido condenada sin derecho a revisión de sentencia, los seres humanos habían decidido crear mecanismos de defensa, para la eventualidad de que Dios resolviera de nuevo demostrar Su poder arbitrario. Pero con el transcurso de millones de estudios, los hombres inventaron tantos recursos que terminaron exageraron la dosis y ahora la Justicia era una maraña de cláusulas, jurisprudencias, textos contradictorios que nadie conseguía entender bien.
Tanto es así que cuando Dios cambió de idea y decidió mandar a su Hijo a salvar al mundo, ¿qué sucedió? Cayó en las redes de la Justicia que Él había inventado.
La maraña de leyes terminó fomentando tal confusión que el Hijo terminó clavado en una cruz. No fue un proceso sencillo: de Anás a Caifás, de los sacerdotes a Pilato, quien alegó no tener leyes sufiecientes según el Código romano. De Pilato a Herodes , que, a su vez, alegó que el Código judío no permitía la sentencia de muerte. De Herodes a Pilato de nuevo, , quien aún intentó una escapatoria ofreciendo un arreglo jurídico con el pueblo: lo mandó azotar y lo mostró con las heridas, pero no le funcionó.
Como hacen los modernos fiscales, Pilato decidió promoverse a costas del condenado, ofreciendo intercambiar a Jesús por Barrabás, sabiendo que la Justicia, a esas alturas, se había convertdio ya en un gran espectáculo que exigía un final apoteótico, con la muerte del reo.
Por fin, Pilato echó mano del artículo que otorgaba al juez- y no a quien estaba siendo juzgado- el beneficio de la duda: se lavó las manos, lo que quiere decir "ni sí, ni no". Era más un artificio para preservar el sistema jurídico romano, sin herir la buena relación con los magistrados locales y aún poder transferir el peso de la decisión al pueblo, en caso de que aquella sentencia acabara creando problemas y haciendo que algún inspector de la capital del Imperio viniera a comprobar personalmente de qué se trataba el asunto.